jueves, 6 de agosto de 2009

CUADERNO DE BITÁCORA del director del curso


En esta entrada iré anotando algunas cosas que se me ocurren al hilo de las conversaciones que mantemos a lo largo del día. Acepto y agradezco los comentarios.

6 de agosto 2009
El nivel de los pensionados es realmente muy heterogéneo.
Es dispar en cuanto a sus pretensiones, por supuesto. Pero también salta a la vista que lo es en lo relativo a su formación (tanto teórica como técnica), y en lo relativo a su experiencia en el mundo de la Pintura.
Desde luego, todos no aspiran a las mismas cosas, no en general, sino respecto de este Curso. Tampoco tienen los mismos recursos.

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Cuando el grupo con el que trabajas no es homogéneo, sino todo lo contrario, cuesta plantear el desarrollo de un curso. ¿Puede trazarse un objetivo común para todos?

Un profesor no es un dios omnisciente, que todo lo ve, que todo lo sabe, que todo lo comprende, que todo lo puede. Es igual que los estudiantes: una persona, con sus posibilidades y sus carencias, con sus habilidades y con sus limitaciones. Desde luego, no se le puede pedir a todos los estudiantes (a todas las personas) que sean igual de simpáticos, de receptivos, de voluntariosos, de aplicados. Y mucho menos que todos se interesen de la misma forma por lo que planteas. Pero, ¿pueden los estudiantes pedirle a un profesor que sea igual de simpático, de receptivo, de voluntarioso y de aplicado con todos sus estudiantes? La relación profesor/estudiante, y la relación estudiante/profesor, me parece, es como todas la relaciones: un asunto entre personas. Y no con todos ni en todo momento puedes tener la misma química. Es un asunto muy difícil. Seguramente el más difícil de todos. Supongo, que todos debemos partir de la suposición siguiente: el otro hace lo que puede y lo hace con la mejor intención. Y supongo, también, que la regla básica es siempre la misma: el respeto mutuo. Cada uno hace lo que puede. Y juega lo mejor que puede el papel que le toca jugar. A mí el de director de este curso, soy la persona encargada de sacarlo adelante, de alcanzar los objetivos previstos, de hacer que el nivel de este curso sea elevado y progrese.

Vuelvo sobre la pregunta anterior: cuando el grupo con el que trabajas no es homogéneo, sino todo lo contrario, ¿puede trazarse un objetivo común para todos? Se me ocurre que intentar definir un objetivo específico para cada estudiantes no es una buena opción. Porque entonces, me parece, esto no sería un Curso, un proyecto con sus propias aspiraciones y con sus propios objetivos, un Curso definido de antemano, y al que se asiste para aprender las cosas que en dicho curso se imparten. Entonces, creo, esto no sería un Curso, sino algo parecido a un taller de terapia ocupacional. Y me acuerdo de lo que decía Robert Hughes en A toda crítica:

"Durante casi un cuarto de siglo, la enseñanza del arte moderno (especialmente en América) no ha dejado de sucumbir cada vez más a la ficción de que los valores académicos —que significan, en esencia, la transmisión de las disciplinas basadas en el dibujo de un modelo vivo y los motivos naturales— son contrarios a la “creatividad”.
[...] gracias a la aburrida obsesión americana por los terapeutas, sus clases de arte durante las décadas de los sesenta y setenta tendieron a convertirse en parvularios, cuyo objetivo no era tanto transmitir las difíciles habilidades de la pintura y la escultura, sino la de producir personalidades “realizadas”. En esto nadie podía fallar. [Hughes, R.; A toda crítica. Ensayos sobre arte y artistas. Traducción al español de Nothing If Not Critical (New York, 19490) realizada por A. Coscarelli. Anagrama, Barcelona 1992; pág. 21]"
Hay otras opciones. Por ejemplo, que el objetivo del Curso esté al alcance de la mayoría de los estudiantes. Pero entonces pasarían dos cosas. Primera, ¿cómo se establece cúal es el nivel medio de posibilidades de los estudiantes? Y, segunda, ¿qué pasa con los mejor preparados, con los que más posibilidades tienen? Son los que más valen (no como personas —los que están peor preparados pueden ser unas personas excelentes, por supuesto—, pero sí como estudiantes)? A estos estudiantes que están mejor preparados se los perjudica. Pero también, de paso, al resto. Porque si estos rinden bien, sirven de ejemplo y de estímulo al resto. Pero si estos se aburren, o se defraudan (y con razón), su malestar acaba perjudicando al grupo, y por tanto, también al desarrollo del Curso. Aunque lo mismo sucede si los que tienen más dificultades se descuelgan del Curso.
La cuestión entonces pasa a ser: puesto que es difícil contentar a todo el mundo, ¿qué es menos malo y más beneficioso para el Curso: mantener un nivel alto, que tire de todos hacia arriba, asumiendo los riesgos que se derivan de ello, o bajar el nivel? No creo que exista una solución salomónica a este dilema. Yo no soy capaz de verla, por lo menos. Quizás, si me ayudan, pueda vislumbrar otras opciones que ahora no veo. Opciones que permitan superar estos dilemas y que me permitan salvar mi idea de cómo debe ser el Curso (creo que mi idea sobre esto, y mis aspiraciones, no pueden ser menos respetables que la de los estudiantes). Es muy penoso hacer algo que no es lo que tú crees que debes hacer. Pero hacer algo que no es lo que tú crees que debes hacer y que, además, no salga bien, esto es terrible. Si el Curso sale bien, este logro es obra de todos los que participan en él. Pero si sale mal, la responsabilidad es únicamente mía. Creo que debo asumir esta responsabilidad.

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