domingo, 23 de agosto de 2009

Paulo Escobar-Elorza

Interferencias




"Irarrázaval-Macul" (2007) Óleo y acrílico sobre tela. 97 x 130 cm.




"El hombre es capaz de modificar su entorno en el sentido de su conveniencia, porque aprovechó todo el respiro que las cosas le dejaban para ensimismarse, para entrar dentro de sí y forjarse ideas sobre ese mundo, sobre esas cosas y su relación con ellas, para fraguarse un plan de ataque a las circunstancias, en suma, para construirse un mundo interior. De este mundo interior emerge y vuelve al de fuera. Pero vuelve con un "sí mismo" que antes no tenía para imponer su voluntad y su designio, para realizar en ese mundo de fuera sus ideas, para modelar el planeta según las preferencias de su intimidad."

J. Ortega y Gasset




Contexto

En el verano de 2007 comencé una serie de pinturas realizadas a partir de imágenes de Santiago de Chile, mi ciudad, obtenidas desde una red de cámaras de vídeo-vigilancia emplazadas sobre la ciudad para el control del tráfico. En un principio el ejercicio respondía a una necesidad de la nostalgia y lo que buscaba era hablar de la frágil constitución de los recuerdos en esa peculiar manera de estar a solas que supone la experiencia migratoria.
Entendía el mecanismo de apropiación de estas imágenes como una suerte de rescate, pues se trataba de un lugar al cual me unía un fuerte vínculo identitario y que al ser registrado por estos dispositivos de control era reducido a simple dato estadístico y, en consecuencia, banalizado. Mi objetivo inicial, entonces, tenía que ver con trasladar la representación de este lugar al ámbito pictórico, para tratar de restaurar su "aura" dañada valiéndome de ese particular distanciamiento que es capaz de ofrecer la mirada de la pintura.



"Apoquindo-Manquehue" (2008) Óleo y acrílico sobre tela. 130 x 130 cm.



Pero al llevar a cabo este ejercicio poco a poco empecé a trasladar mi reflexión hacia las relaciones que iba descubriendo entre memoria, distancia y lugar. Curiosamente, la nostalgia me obligaba a mirar el territorio con otros ojos, y al tratar de reconstruirlo mediante este "dispositivo remoto" estaba propiciando ese distanciamiento de la mirada que en pintura hace posible la concepción del paisaje.
A partir de ese momento comencé a investigar sobre el género estudiando a autores como Lothe, Roger, Milani y Maderuelo y sus distintas visiones de la historia y del "hecho paisajístico" y, complementariamente, textos de N. Bryson, Gombrich y Ortega y Gasset acerca de las nociones de estilo y de la subjetividad-objetividad en la construcción de la mirada.
De esta investigación y como resultado del ejercicio de reflexión pictórica realizado y enfocado hacia una definición de la pintura de paisaje en su actualidad crítica, he determinado dos áreas de trabajo sobre las cuales seguir profundizado. La primera, más vinculada a la idea o "concepto" con que he buscado definir el paisaje, guarda relación con la mediación o el vehículo que supone el "acto paisajístico" entre aquel que mira y aquello que es mirado. La segunda, orientada ya hacia la resolución formal de la pieza, tiene que ver con el reconocimiento o, dicho de otra manera, con ese punto de encuentro en que el espectador concede que lo que está sobre el lienzo es un árbol o un edificio, una catedral o una carretera.



Proyecto





En este contexto, la propuesta de “Interferencias” busca profundizar precisamente en estas dos áreas de trabajo, pero abordándolas desde esa suerte de pie forzado que significa acotar la reflexión y el ejercicio pictórico al paisaje segoviano. Por una parte la identificación y selección de un potencial “vehículo mediador” entre espectador y entorno y, por otra banda, la formalización de una obra capaz de ofrecer a dicho espectador la posibilidad de participar de este “juego de reconocimiento”.
De esta manera, luego de un aproach inicial de observación en el contexto específico del entorno segoviano, determino como punto de partida el registro de las imágenes de la ciudad capturadas por los reflejos de las diversas superficies pertenecientes a su cotidiano. La imagen especular como signo de la realidad mediada e intervenida. La impronta fugaz del “paisaje” retenida en los escaparates de las tiendas o en el parabrisas de los coches. Esa presencia fugitiva, a veces distorsionada, en la que no solemos fijar la vista y que en la mayoría de los casos pasa inadvertida. Pero también esa idea del espejo como señal de identidad y autoafirmación en una ciudad volcada hacia su pasado y sus tradiciones. Como un Narciso al borde de la laguna. Una ciudad empeñada en mirarse a sí misma.
Al escoger la imagen reflejada antes que la imagen real que le da vida, busco llevar el ejercicio hacia el terreno donde se pongan a prueba las premisas originales en que decido sustentar el proyecto. En primer lugar: que el paisaje no es un entorno natural ni urbano, ni las vistas o incluso las representaciones que se hacen de ellas. El paisaje es una construcción cultural, una metafísica (en el sentido de su existencia más allá de la física del lugar contemplado) fruto del ejercicio de la mirada. En segundo lugar: que este ejercicio de la mirada, una vez circunscrito al terreno de la representación pictórica es, ante todo, un ejercicio compartido, un punto de encuentro, un “acto de fe” mediante el cual el que mira concede y otorga a esta representación su estatus de paisaje, a través del filtro del reconocimiento.


Memoria


La propuesta de “Interferencias” se ha ejecutado mediante una serie de cuadros de pequeño formato realizados a partir de fotografías, utilizando óleo y acrílico sobre lienzo, en los cuales los atributos miméticos o representacionales de los mismos han quedado subordinados al tratamiento y manipulación del modelo fotográfico, así como a la intervención de la superficie del cuadro en cuanto a metáfora de la mediación (y de la interferencia).
La selección de los modelos se ha efectuado entre una serie de fotografías realizadas a vitrinas, escaparates, cristales, parabrisas de coches, espejos y todo tipo de superficies reflectantes en los que se reconocían vistas de la ciudad. Los modelos seleccionados fueron filtrados y manipulados en el ordenador utilizando programas gráficos de edición de imágenes, con el fin de “neutralizarlos” o “enfriarlos” tanto en lo referente a su constitución cromática como a su carga de información.
La intervención antes mencionada, efectuada sobre la última veladura del cuadro mediante líneas blancas de esmalte sintético, ha sido pensada en función de los comentarios surgidos en las sesiones de puesta en común, los cuales han abordado distintos aspectos compositivos y estructurales en la construcción del espacio pictórico. Puntualmente, en los cuadros seleccionados para la muestra, esta intervención ha sido pensada buscando potenciar la verticalidad del soporte y al mismo tiempo crear un primer plano “artificial” y en cierta medida desvinculado de la lógica representacional del “paisaje”, con el fin de evidenciar la presencia de un mediador







"Hermanos Barral" (2009) Óleo y acrílico sobre tela. 60 x 81 cm.

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